8/2/2014
Casi
9 millones de británicos, el 18% de la población, consideran que tienen
problemas financieros graves. Así lo revela un estudio de The Money Advice
Service, organización dedicada al asesoramiento en materia de inversiones,
préstamos y deudas. Estudiantes universitarios que no tenían cómo costearse sus
estudios, trabajadores jóvenes, familias numerosas o de bajos ingresos, personas
dependientes o jubilados con dificultades para llegar a fin de mes… Tres de
cada 4 personas en esta situación se declaran “infelices”. Esa infelicidad se
manifiesta en forma de depresión y de estrés, dos estados que no ayudan a la
hora de tomar decisiones vitales.
En
España, miles de personas han caído en las garras del prestamista Antonio
Arroyo y sus colaboradores, que anuncian “crédito fácil en 24 horas”. Llaman
personas desesperadas que no vacilan a la hora de firmar contratos que luego
los obliga a pagar intereses que la normativa de la Unión Europea considera
abusivos. Algunos han perdido hasta su casa por un préstamo para pagar a sus
proveedores, para no dejar caer el negocio familiar o para pagar cuentas
pendientes de luz, agua o gas. Al poco tiempo se encuentran con otra deuda que
los puede hundir aún más.
El
prestamista fue detenido hace unos años por blanqueo de dinero relacionado con
tráfico de drogas y tiene a sus espaldas decenas de denuncias que la policía
investiga. Eso no le impide buscar nuevas víctimas, que no deja de encontrar en
un contexto de crisis, de deuda y de desesperación. Presume de haber firmado50
préstamos al mes durante seis años. Es decir, 3.600 familias en sus
manos.
Como
ha ocurrido con las personas que se endeudan con los bancos o quienes han
invertido en las conocidas preferentes con información engañosa sin leer la
letra pequeña, habrá quienes argumenten que los contratos están para cumplirse.
La parte de la responsabilidad de cada persona endeudada no absuelve ni
justifica a la parte del contrato que comete un abuso. La mala fe bastaría en
derecho para anular acuerdos y darlos por no celebrados.
Más
allá de los aspectos legales y de los números están el sufrimiento, la
desesperación y las decisiones a las que puede conducir una deuda. Este aspecto
psicológico se encuentra también en las causas de deudas por comportamientos
compulsivos, adicciones y estados de ánimo que entorpecen la toma de decisiones
y que magnifican el problema. En caso de detectar cláusulas abusivas o mala fe,
podría tenerse en cuenta el estado psicológico que conduce a muchas personas a
endeudarse, o el riesgo de pobreza y de exclusión al que se enfrentan.
Según
el estudio citado de Reino Unido, casi un 50% de las personas endeudadas tienen
niveles bajos de ingresos. Las personas con dificultades para pagar cualquier
factura se enfrentan a un riesgo mayor de endeudamiento, lo que puede
desembocar en mayores niveles de estrés o de depresión en sus miembros. Esto
puede allanar el camino para malas decisiones. O para la inacción. El estudio
revela que sólo un 18% de las personas endeudadas pide consejo profesional para
salir de su situación. Se ha instalado una demonización del deudor con mensajes
como “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” o “hemos gastado como
ricos”. Aunque haya casos que así lo demuestren, las circunstancias de muchas
víctimas de esta situación han cambiado al perder el empleo que hasta ahora
tenían. En algunas familias, todos los miembros en edad de trabajar han acabado
en esa situación. Los bancos tienen gran parte de responsabilidad en la deuda
que generó la crisis. Los ciudadanos endeudados han tapado con dinero de sus
impuestos los agujeros provocados por su irresponsabilidad, mientras algunos
directivos eran despedidos con indemnizaciones millonarias que amparaban sus
contratos blindados.
Resulta
una incoherencia convertir la deuda en enemigo público cuando los niveles de
consumo dependen del crédito y de la deuda. En el colmo del absurdo, aún se
reduce la salida de la crisis al consumo. Esto deja ver que algunos políticos y
tertulianos de televisión no ofrecen una alternativa real, sino un regreso a
tiempos anteriores a 2008, todo comenzó a saltar por los aires. La deuda
produce infelicidad, como señalan los estudios. Pero puede que el vacío y la
insatisfacción también la causen y la alimenten.
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